lunes, 15 de junio de 2015

DE SOR YEYÉ A SOR YO-YO


 
SOR YO-YO DE CONMIGO, MÍ Y NO-SIN-MÍ
 
 Manuel Fernández Espinosa
 
El convento no está revuelto, usted se equivoca. La mayoría de monjas está en sus cosas: orando y laborando. Las que andan revueltas son las monjas que no rezan. Y como no rezan, se aburren y piden cámaras, luces y ¡¡¡acción!!! Después del Vaticano II y el mayo del 68 tuvimos "monjas ye-yé", pero eso no era nada más que un comienzo: las monjas ye-yé dejaron de cantar haciéndonos el favor de no romper la belleza del silencio, las que ahora tenemos son Monjas Yo-Yo y el Yo es algo difícil de acallar.
 
Justo será reiterar que no podemos alarmarnos: no se trata de una epidemia. Las Monjas Yo-Yo que tenemos en España son dos (una no es de aquí y la otra se piensa que su región es una nación); pero ahí las tenemos, diciéndole a Dios que se equivocó cuando dictó la Biblia, que tiene Dios que corregir, a ver si no se ha enterado allí en las alturas de lo que han cambiado los tiempos tan progresistas. Las monjas Yo-Yo hablan en nombre de sí mismas y de las "causas" más impotables: el caso es llevar la contraria, para granjearse popularidad, ser aplaudidas y que se les dé palmaditas en la espalda. Ahí las tenemos, pidiendo por su boca que se cambien las leyes de Dios, que las leyes de Dios sean refrendadas o rechazadas a mano alzada, en una votación democratísima.
 
Son "monjas" las "monjas Yo-Yo", digo yo que lo serán, por llevar hábito; pues en lo de católicas no se las reconocerá por cuanto dicen por su boca. Los medios de intoxicación informativa están relamiéndose, las invitan y explotan su narcisismo menopáusico, dejándolas perorar a sus anchas. En el fondo, las monjas Yo-Yo se escuchan a sí mismas y (en su falta absoluta de respeto a todos los demás católicos) creen ser lideresas de opinión; de antemano cuentan con que la mayoría de católicos (tan acostumbrados a sufrir en silencio) callarán, las reverenciarán al verlas con sus hábitos y tocas monjiles mediáticos y se tragarán todos los sapos que les echen. A las monjas Yo-Yo les gusta salir en la tele más que un anuncio de condones. Piensan que lo de abortar debe ser una opción personal, lo mismo que eso de entrar Paco a un quirófano y salir tuneado como Vanessa. Si las Monjas Yo-Yo pudieran administrar los Sacramentos se los darían a los perros y a los cochinos, pues tampoco descartamos que, ya puestas a apoyar todas las aberraciones, también estén a favor del último despropósito animalista.
 
Érase una vez cualquiera de esas Sor Yo-Yo de Conmigo, Mí y No-Sin-Mí, contemplativa de su propio ombligo, vicaria del Sursum Corda por gracia de los canales televisivos, alcahueta de gaymonios, representante de clínicas abortivas a domicilio (encendiendo su televisor a ciertas horas, oiga usted), chica de los recados de las fábricas de preservativos. Narcisistas incorregibles.
 
Pero lo que me pregunto es dónde están los que debieran hacerlas callar. Callar a estas lobas con piel de corderos, pues cada vez que hablan les huele el aliento, se les ven los colmillos de lobo y hasta aúllan.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario